miércoles, 1 de junio de 2011

Otro mundo es posible.

Enseñanza del maestro Eduardo Galeano




No queríamos ser amados, queríamos ser temidos

Sentí vértigo al experimentar, por primera vez, el poder del miedo. Me di cuenta de que una especie de aura invisible nos habría paso al avanzar en medio de la masa humana. Era como si una energía especial e irresistible, manase de nuestro grupo, haciendo que toda la gente se apartase a nuestro paso. Agachaban la cabeza, apartaban la mirada o se cambiaban de acera para evitar cruzarse en nuestro camino. Nuestros cráneos rapados, nuestras cazadoras bomber, nuestras botas militares… todo en nuestro aspecto infundía miedo.
Ésta es una de las claves fundamentales del movimiento skinhead. Juntos en manada, nos sentíamos poderosos, invencibles. Nadie se atrevía a provocarme. Al contrario. Yo podía agredir a quien me apeteciese, porque sabía que mis camaradas me apoyarían incondicionalmente… Disfrutaba sádicamente del miedo que inspirábamos. No queríamos ser amados, queríamos ser temidos.

Individualmente, éramos simplemente unos pobres fascistas con el cráneo pelado y una incómoda estética. Pero juntos, en grupo, sufríamos una transformación. Perdíamos nuestra personalidad para convertirnos en partes de un ente colectivo superior, violento, temido y feroz.

Paradójicamente, el ideal ario del hombre superior, se me revelaba un fraude ante el hecho que acababa de descubrir. Los neonazis adquieren su identidad sólo como pedazos de un ente colectivo. Nietzsche les mintió. Nunca serán superhombres por que ni siquiera son hombres.

Justo todo lo contrario a lo que había escrito Adolf Hitler en Mi lucha: “Así como cien mentecatos no suman un hombre listo, tampoco es probable que una resolución heroica provenga de cien cobardes.” Y los skinheads no son individuos, sino partes de un ente colectivo, cien cobardes que no suman un solo hombre.

- Antonio Salas – Diario de un skin