martes, 22 de febrero de 2011

La cristiandad.

Una matrona majestuosa envuelta en túnicas empapadas de sangre. En su frente luce una dorada corona de espinos y en estos, empapada, las cabezas de los patriotas que murieron por sus países. En una mano, una honda; en la otra, una Biblia abierta en el texto “Haz a los demás…”. Asomando de uno de sus bolsillos, una botella en cuya etiqueta se lee: “Os traemos las bendiciones de la civilización”. Su collar: unas esposas y una palanqueta. Sus seguidores: a un lado la Matanza, al otro la Hipocresía. Una pancarta con el lema “Ama los bienes de tu prójimo como a ti mismo”. Insignia: la bandera pirata.

Y de allí en más, una sección para cada nación de la Tierra, encabezada cada una con la bandera pirata, luciendo cada una horribles emblemas, instrumentos de tortura, prisioneros mutilados, corazones quebrados, carrozas cargadas de cadáveres sanguinolentos.

Al final del desfile, pancartas con la inscripción: “Todos los hombres blancos han nacido libres e iguales. Cristo murió para salvar a los hombres. Cristo murió para liberar a los hombres”.


- Mark Twain -

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