miércoles, 8 de septiembre de 2010

La gran aventura es siempre el viaje.

El planeta ya no guarda rincones vírgenes y no hay ningún territorio desconocido para el hombre. Ya no se puede viajar para explorar.

Se viaja ahora, en todo caso, para perseguir una idea que alentaste, o para sentirte a ti mismo pisando el lugar que has soñado ver.

Pero el viaje puede seguir siendo aventura por que aventura es el recorrido de los sueños. Y el sueño es la naturaleza que conforma al corazón del hombre. Su destino es cumplirlos.

Creo que hay que viajar siempre, ponernos a prueba ante lo inesperado, ver y sentir sobre lo que hemos imaginado. Y luego escribirlo, para que otros sueñen, para mantener viva la ficción del existir y el anhelo de eternidad.

Creo que el ojo del hombre debe ver las cosas por sí mismo, respirar con sus propias narices los aromas de las plantas, de los animales y de los otros hombres; tocar con sus manos de los hombres de otras culturas, pisar con sus propios pies las tierras más lejanas. El alma del hombre tiene que recuperar la pasión por la aventura y no esperar a que se la sirvan en la pantalla de un televisor o en el cine. Y la gran aventura es siempre el viaje.

Deberíamos viajar sin tregua y alentar en nuestro pecho un corazón mzungu.

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