martes, 7 de septiembre de 2010

Mzungu.

Me gustaba la idea de ser un mzungu, me gustaba pensar que la vida puede reducirse a eso: viajar sin rumbo fijo, sin el propósito de llegar a ninguna parte.
Ahora me daba cuenta de lo hermoso que es viajar sin un destino concreto. Había ido a África en busca de mis sueños infantiles y había encontrado un sueño nuevo: vagar. Determiné que debía cumplirlo y volver algún día a África para viajar dando tumbos de un lado a otro.
Al poco, los rujidos del león volvieron a oírse en las profundidades de la noche africana. No sentía ningún miedo.

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